Continuación…Viene de
la parte 1…
HAY QUIEN TE DICE
Con la mirada, lo que con su voz no
puede.(imagen)
Elisabeth:
Hace ocho años que estoy en el plano
espiritual, como todas las niñas, normal, saltando, corriendo, luchando,
viviendo intensamente. Más, a los cinco años, comencé a caer con mucha
facilidad, lo que preocupó a mis padres, que me llevaron al médico. Constataron
que yo era portadora de una parálisis progresiva.
Los años fueron pasando, yo tenía dos hermanas más
y la veía saltar, brincar, correr. En las fiestas de aniversario
corrían tras de los balones y yo siempre esperando que alguien se
acordase de mi para coger un balón, para darme un pedazo de tarta, para darme
guaraná. No hablaba, cada vez que me miraban yo sonreía, pero dentro
de mi corazón había un enorme dolor. Yo preguntaba:
-¿Por qué Dios mío?
¿Por qué yo no soy igual que las otras niñas? ¿Por qué no puedo yo también
correr, brincar como mis hermanas? Me daban muñecas, ella eran mis permanentes
compañeras, amigos, parientes, yo tenía mis muñecas. Con
ellas yo conversaba, porque mi madrecita tenía sus quehaceres, sus compromisos
sociales, tenía que llevar a un niño a la escuela. Y mi dificultad era muy
grande. Durante algún tiempo yo hasta estudié. Era inteligente, más después fui
haciéndose más difícil yo misma preferí, en aquel desencanto por la vida, no ir
más a la escuela. Se lo pedí, en llantos, a mi madre y, ciertamente, el médico
le dijo: “Ella no va a vivir mucho”. Yo esperaba, realmente, que no fuese a
vivir mucho. Yo veía, progresivamente, la parálisis ir apoderándose
de mi cuerpo.
Es más fácil sonreír
que explicar el porqué esta triste.(imagen)
Yo conversaba con las muñecas, leía mucho, oía música.
Aquel era mi mundo, no sentía ninguna alegría en salir. Más, para no constreñir
a mi madre, para no hacer de ella una carcelera, yo aceptaba en
participar de las fiestas. Mi tormento era visible y la piedad en los ojos de
las personas más visible aun.
Llego la pubertad, yo era la más joven, veía a mis
hermanas arreglándose para ir a una fiesta, al cine, para ir al
parque. Ellas llegaban contando, alegres, entre ellas, porque
los asuntos de ellas no eran los mismos asuntos que tenían conmigo.
Porque ellas apenas podían narrarme aquello que ellas vivían, porque
yo no tenía nada para conversar con ellas, ningún asunto, a no ser algún
programa de televisión, alguna música. Ellas conversaban un poquito conmigo y
comenzaba el dialogo entre ellas, entre las compañeras que llegaban
y hablaban: "¡Elizabeth Hola!" Era lo máximo que me decían.
Así fueron pasando los años. Los amores, los
primeros enamoramientos de mis hermanas y un joven que fue conmigo muy
bondadoso. El, un día, llego y habló con mi hermana
Su hermana es muy bonita.
Nadie nunca me había dicho que yo era muy bonita,
ni me importaba si yo tenía el rostro bonito o no. Mi cuerpo no respondía
a mis impulsos, a mis llamadas. Miraba ara mis pies y no conseguía moverlos. El
me trajo algunos discos, algunos libros. Se torno, realmente un hermano. Y yo
quedaba ansiosa para que mi hermana se casase, realmente, con aquel joven, más
un día el se fue. Rompieron el noviazgo, algunas veces el me visitó.
Yo quede sin amigo con el que conversaba, que elogiaba mi cabellos, que me
llevaba libros, bombones. Y mi vida volvió a ser lo que era, y ella
trocar de enamorados y enamorados.
La tristeza más difícil de eliminar es
aquella para la que no encuentras la razón.(imagen)
Uno de ellos dijo delante de mí, sin ninguna
piedad:
¿Esa enfermedad de su hermana, puede ser
transmitida a los hijos? ¿Si me caso contigo, yo puedo tener un hijo en esa
situación?
Mi hermana respondió:
-Yo no sé. No sé decirte.
Yo entonces desde aquel día me recogí en
mi cuarto. No quise ser un espectáculo que pudiese
perjudicar más a los enamorados de mis hermanas. Sufrí atrozmente,
en los filmes de televisión, en aquellos programas que
danzaban y cantaban, más nunca deje que nadie me viese llorar y para
todos sonreí…
Hasta que, con veinte años, ya con mucha dificultad
para engullir, vi a mi cuerpo, poco a poco disminuir, como si
volviese a ser niño. Pase a preocupar más a mis
familiares y más me preocupaba yo con ellos. Porque yo me sentía una
carcelera, sentía que todos ellos estaban presos a mi deficiencia física. Y, a
los veinte años, partí al plano espiritual.
Dos médicos que yo no sabía quiénes eran me
socorrieron. Uno de ellos me dijo:
…Continuación próxima entrega: 3ra
parte. (3/4)
Publicado por
Marlene Monteiro Peixoto
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