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lunes, 11 de mayo de 2015

entr # 41 RELATOS DESDE EL MÁS ALLÁ…2da parte. (2/4) HISTORIA DE UNA DEFICIENTE

Continuación…Viene de la parte 1…

HAY QUIEN TE DICE

Con la mirada, lo que con su voz no puede.(imagen)
Elisabeth:
Hace  ocho años que estoy en el plano espiritual, como todas las niñas, normal, saltando, corriendo, luchando, viviendo intensamente. Más, a los cinco años, comencé a caer con mucha facilidad, lo que preocupó a mis padres, que me llevaron al médico. Constataron que yo era  portadora de una parálisis progresiva.



Los años fueron pasando, yo tenía dos hermanas más y la veía saltar, brincar, correr. En las fiestas de aniversario corrían  tras de los balones y yo siempre esperando que alguien se acordase de mi para coger un balón, para darme un pedazo de tarta, para darme guaraná. No hablaba, cada vez que me miraban  yo sonreía, pero dentro de mi corazón había un enorme dolor. Yo preguntaba:
-¿Por qué Dios mío? ¿Por qué yo no soy igual que las otras niñas? ¿Por qué no puedo yo también correr, brincar como mis hermanas? Me daban muñecas, ella eran mis permanentes compañeras, amigos, parientes,  yo tenía mis muñecas.  Con ellas yo conversaba, porque mi madrecita tenía sus quehaceres, sus compromisos sociales, tenía que llevar a un niño a la escuela. Y mi dificultad era muy grande. Durante algún tiempo yo hasta estudié. Era inteligente, más después fui haciéndose más difícil yo misma preferí, en aquel desencanto por la vida, no ir más a la escuela. Se lo pedí, en llantos, a mi madre y, ciertamente, el médico le dijo: “Ella no va a vivir mucho”. Yo esperaba, realmente, que no fuese a vivir mucho. Yo veía, progresivamente, la parálisis ir  apoderándose de mi cuerpo.
                                                                                                        Es más fácil sonreír que explicar el porqué esta triste.(imagen)
Yo conversaba con las muñecas, leía mucho, oía música. Aquel era mi mundo, no sentía ninguna alegría en salir. Más, para no constreñir a mi madre, para  no hacer de ella una carcelera, yo aceptaba en participar de las fiestas. Mi tormento era visible y la piedad en los ojos de las personas más visible aun.
Llego la pubertad, yo era la más joven, veía a mis hermanas  arreglándose para ir a una fiesta, al cine, para ir al parque. Ellas llegaban contando, alegres, entre ellas,   porque los asuntos de ellas  no eran los mismos asuntos que tenían conmigo. Porque ellas apenas  podían narrarme aquello que ellas vivían, porque yo no tenía nada para conversar con ellas, ningún asunto, a no ser algún programa de televisión, alguna música. Ellas conversaban un poquito conmigo y comenzaba  el dialogo entre ellas, entre las compañeras que llegaban y hablaban: "¡Elizabeth Hola!" Era lo máximo que me decían.
Así fueron pasando los años. Los amores, los primeros enamoramientos de mis hermanas y un joven que fue conmigo muy bondadoso. El, un día, llego y habló  con mi hermana
Su hermana es muy bonita.
Nadie nunca me había dicho que yo era muy bonita, ni me importaba  si yo tenía el rostro bonito o no. Mi cuerpo no respondía a mis impulsos, a mis llamadas. Miraba ara mis pies y no conseguía moverlos. El me trajo algunos discos, algunos libros. Se torno, realmente un hermano. Y yo quedaba ansiosa para que mi hermana se casase, realmente, con aquel joven, más un día el se fue. Rompieron el noviazgo,  algunas veces el me visitó. Yo quede sin amigo con el que conversaba, que elogiaba mi cabellos, que me llevaba libros, bombones. Y mi vida volvió a ser lo que era,  y ella trocar de enamorados y enamorados.
La tristeza más difícil de eliminar es aquella para la que no encuentras la razón.(imagen)
Uno de ellos dijo delante de mí, sin ninguna piedad:
¿Esa enfermedad de su hermana, puede ser transmitida a los hijos? ¿Si me caso contigo, yo puedo tener un hijo en esa situación?
Mi hermana respondió:
-Yo no  sé. No sé decirte.
Yo entonces  desde aquel día me recogí en mi cuarto. No quise  ser un espectáculo  que pudiese perjudicar más  a los enamorados de mis hermanas. Sufrí atrozmente, en los  filmes de televisión, en aquellos programas  que danzaban y cantaban, más nunca deje que nadie me viese  llorar y para todos sonreí…
Hasta que, con veinte años, ya con mucha dificultad para engullir,  vi a mi cuerpo, poco a poco disminuir, como si volviese a ser niño. Pase  a preocupar más a mis familiares  y más me preocupaba yo con ellos. Porque yo me sentía una carcelera, sentía que todos ellos estaban presos a mi deficiencia física. Y, a los veinte años, partí al plano espiritual.
Dos médicos que yo no sabía quiénes eran me socorrieron. Uno de ellos me dijo:
…Continuación próxima entrega: 3ra parte. (3/4)
Publicado por Marlene Monteiro Peixoto
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