"Y vosotros, hermanos, no os canséis de hacer el
bien." — Pablo. (II Tesalonicenses, 3:13.)
Es muy común que encontremos personas que se declaran cansadas de practicar el bien. No obstante, estemos convencidos que semejantes alegatos no proceden de fuente pura.
Solamente aquellos que persiguen determinadas ventajas a los
intereses del particularismo, en la zona de la inmediatez, adquieren el tedio
vecino de la desesperación, cuando no pueden atender a propósitos egoístas.
Es indispensable mucha prudencia cuando esa o aquella circunstancia
nos induzca a reflexionar en los males que nos asaltan, después del bien que
juzgamos haber sembrado o nutrido.
El aprendiz sincero no ignora que Jesús ejerce su ministerio
de amor sin extenuarse, desde el principio de la organización planetaria. En lo
relativo a nuestros casos personales, muchas veces habrá el Maestro sentido la
espina de nuestra ingratitud, identificándonos el atraso en los trabajos de
nuestra propia iluminación. Sin embargo, ni aun verificando nuestros desvíos
voluntarios y criminales, jamás se agotó la paciencia de Cristo que nos
corrige, amando, y tolera, edificando, abriéndonos los brazos misericordiosos a
la actividad renovadora.
Si Él nos ha soportado y esperado a través de tantos siglos,
¿por qué no podremos experimentar con el ánimo firme algunas pequeñas
decepciones durante algunos días?
La observación de Pablo a los Tesalonicenses, por tanto, es muy justa. Si nos aburriéramos en la práctica del bien, semejante desastre expresará en verdad que aún no fue posible la eliminación del mal de nosotros mismos.
Tomado del libro:
pan nuestro, espíritu Emmanuel, Chico Xavier.
Descargas gratis el texto completo español:
biblioteca: http://www.luzespiritual.org/
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